
08 Abr El rol de Salvador: La ayuda que no ayuda
¿Sientes que das más de lo que recibes? ¿Los problemas de otros acaban siendo tus problemas? ¿Te encuentras a menudo accesible y dispuesto a ayudar?
Si te has sentido identificado tal vez estés ejecutando el rol de Salvador o Salvadora. Podríamos decir que son aquellas personas que continuamente se encuentran ayudando a los demás, ya sea porque se lo piden o incluso sin pedírselo, están preparados, listos para pasar a la acción y ayudar.
Es curioso como una persona que conocí, todo su mapa de vida giraba en torno al rol de SALVADOR. En su familia era la persona que siempre estaba ahí para ayudar. En el trabajo si se necesitaba algún tipo de ayuda, ahí estaba. Sus estudios también iban orientados a la ayuda de personas. Se rodeaba de amistades con situaciones conflictivas o incluso de cierto sufrimiento en las que poder ayudar. Incluso a nivel sentimental se sentía atraído por parejas que requerían algún tipo de ayuda. Una preocupación constante por las necesidades y sentimientos de los demás. Con una gran habilidad para detectar personas compatibles con ellos, es decir, que hagan el rol complementario de VÍCTIMA y que éstos acepten la poderosa resolución de su SALVADOR. Podríamos decir claramente, que su energía de vida es por y para los demás.
Este tipo de personas tratan de hacerlo con toda su buena voluntad e interés por los demás, pero no se dan cuenta de lo que se esconde: La ayuda que no ayuda:
Para empezar lo más importante en mi opinión es que se establece una relación de desigualdad con la víctima. Es como decir: “yo estoy aquí arriba, tú estás ahí abajo”, “Tú no puedes hacerlo, yo sí puedo y te ayudo” “Tú no sabes hacerlo, yo sí sé y te ayudo”. Aunque no lo parezca hay un cierto deseo de control sobre el otro.
Poseen gran dificultad en pedir ellos mismos ayuda.
Diría que difícilmente se lo permiten, es tanto como decir “si yo soy el que ayudo, cómo voy a pedir ayuda”. Este es un recurso que deberían aprender y permitirse.
Fomenta las relaciones dependientes.
Si tu ayuda pasa por hacer los deberes a tu hijo para evitar que saque malas notas, conseguirás por un lado que se vuelva más inseguro, que se acostumbre a tu ayuda y que ambos entréis en un bucle de: te ayudo-me dejo ayudar. Y por supuesto, conseguirás que no se esfuerce en hacer las cosas por sí mismo, que no desarrolle la confianza en sus propios recursos personales.
De algún modo estás reforzando el rol de víctima y al final, ni el salvador, ni la víctima, se ocupan de sus propias necesidades.
Su autoestima está vinculada al número de cosas que hace por los demás.
El refuerzo de sentirse útil, el agradecimiento como recompensa les motiva a seguir haciendo más y más. Un deseo incesante de ser necesitado.
Lo que busca en los demás es un reflejo de lo que no es capaz de hacer en sí mismo.
Las personas que tenemos a nuestro alrededor nos muestran lo que no queremos ver en nosotros. Su VICTIMA complementaria, es fácil que se mueva con un “no puedo” “no sé cómo hacer” … algo que olfatea el SALVADOR de inmediato y se pega para ofrecer su ayuda. Me resultó curioso cuando un día esta persona me comentó “No entiendo porque las personas no salen de esa situación, no buscan recursos para salir de ahí”. Al cabo de un rato de conversación acabó diciéndome que “me gustaría cambiar, pero no sé cómo salir de ahí” ¿tal vez es esta persona, quien no tiene esos recursos?
¿Cómo sería la vida de esta persona sin ejercer el rol de Salvador?
Poneros por un instante en situación ¿Qué emoción creéis que podría aparecer? Para mi indudablemente, por un lado, el miedo ante lo desconocido, ¿cómo será su vida ahora sin ofrecer tanta ayuda? Por otro lado, la tristeza, como pérdida de su identidad y valía personal como SALVADOR.
En ocasiones me he encontrado con personas que tapan estas emociones. Detrás toda esa necesidad de ayudar a los demás de forma tan indiscriminada, detrás de una alegría desmesurada puede encontrarse oculta una tristeza en la que no se permiten entrar, quizás por un vacío que sienten en sí mismas, tal vez por carencias afectivas en su infancia, algún rechazo, falta de valorización o atención, necesidad de aprobación o de ser escuchado, etc. Al no indagar y conectar con su interior, difícilmente van a poder solventarlo y la forma que encuentran de llenar o tapar ese dolor es con la ayuda hacia los demás. Vendría a ser como:
yo ayudo a los demás para sentirme bien, porque soy incapaz de ayudarme a mi mismo.
Cuando pregunté a esta persona qué era lo que más anhelaba en su vida, lo que más echaba en falta, me dijo que le gustaría conocer a una persona con la que compartir su vida. En ese momento vino a la cabeza que, si conocía a alguien, fácil que lo hiciera desde esa carencia, desde esa necesidad. Esto podría llevar a establecer como hemos dicho una relación de desigualdad. Funcionaría siempre que ambos mantuviesen sus papeles de SALVADOR-VICTIMA. Pero en el momento en que la víctima dejase de serlo la relación entraría en conflicto. La anterior víctima estaría viendo al salvador como una amenaza para su propia autoestima y el salvador se sentiría carente de sentido sin tener a quien ayudar.
¿Qué puedes hacer para salir de ese rol de SALVADOR?
• Aprende a pedir ayuda,
• Acostumbra a las personas que sueles ofrecer ayuda a que, si requieren de ti, que te lo pidan. Es tanto como decirles “si me necesitas aquí estoy”. Si les resulta complicado pedírtelo, ahí sí que puedes ayudarle. Le estarás dando los recursos que necesitan para empoderarse. Esta acción no será posible si antes no eres capaz de hacerlo tú. Veremos en próximos posts cómo hacer peticiones de ayuda.
• Aprende a decir que NO. Ya has visto que eres como un imán para atraer en tu vida situaciones en las que te pidan ayuda, pero no siempre haces bien en darla, en ocasiones requerirá que por el bien de la otra persona digas que NO. Con asertividad y respeto pon freno a esas situaciones.
• Permítete entrar en las emociones, sobre todo en la tristeza. Un estado de recogimiento e introspección para descubrir que creencias te llevan a ayudar, posibles carencias o vacíos que necesitas cubrir y sé tu misma la primero en dártelo…
• Te puede ayudar el realizar algún tipo de meditación para decir a tu niño interior todo aquello que anhelas te hubieran dicho tus padres, maestros, hermanos, amigos. Practícalo cada día durante un mes completo.
• No siempre tienes que ayudar. Evalúa en cada situación en la que te sientas atraído por ayudar todo esto que hemos comentado. No hagas por los demás lo que ellos pueden hacer.
• En caso de que te pidan ayuda, trata de frenar ese impulso que te arrastra a decir SI de inmediato. Cámbialo por un “déjame que lo piense”, “ahora no puedo darte una respuesta, luego te digo” … una frase que te dé un cierto margen para hacer la evaluación oportuna.
• Disfrutar de la vida con pequeñas cosas que te gusten, ir al cine, estar con amigos lejos de un interés por ayudar. Vas a soltar ciertas conductas que podríamos etiquetar de “tóxicas” y vamos a ir cambiándolas con otras más saludables.
• Utiliza tu rol de poder para empoderar a los demás. Ellos también son fuertes, inteligentes y capaces.
• Permítete recibir de los demás. Estarás acostumbrado a dar y quizás eso de recibir no forme parte de tus esquemas, así que haz un cambio y disfruta cuando otros son los que te ayudan a ti.
• Reconoce cada paso que des en este cambio.
¡Cuidado! Esto no implica que dejes de ayudar a personas que no pueden valerse por sí mismas, un accidente, una enfermedad, o que dejes de ayudar en general. Simplemente es una reflexión para que
analices desde el lugar en que estás ofreciendo esta ayuda y empieces a hacerlo desde un lugar que te aporte a ti y a los demás un mayor desarrollo personal.
¿Que te ha parecido? ¿Te has sentido identificada? Déjame tu opinión, estaré encantada de leerte. También puedes compartirlo en las redes para que les sirva a otras personas. GRACIAS !!
No Comments