Coaching no es hacer terapia. Aunque muchos psicólogos y profesionales de la salud mental sean coaches y utilicen esta disciplina, es importante separar las dos. La terapia es un proceso directivo, en el que el profesional guía la conversación en función de a dónde conviene al cliente. Sin embargo el Coaching no es directivo. En ningún momento se indica al cliente, también llamado coachee, lo que tiene que hacer. Por tanto, tampoco es hacer consultoría, ni consejería, ni mentoring.
Cuando el cliente detecta que algo en su vida no fluye como quisiera se produce un quiebre. Ya sea por ejemplo porque no consigue lograr un objetivo concreto, porque se encuentra con bloqueos que le impiden alcanzarlos, porque se siente estancado repitiendo patrones sin saber cómo salir de una determinada situación o incluso por no sentirse en equilibrio consigo mismo y con la vida.
El coach por medio de una escucha activa, formulación de preguntas abiertas y otras herramientas complementarias al diálogo (como cuestionarios, tests, dinámicas…) le invitará a la reflexión y autoconocimiento de sí mismo, le acompañará, motivará, apoyará y ayudará en la apertura de nuevas posibilidades para llevar a cabo acciones responsables y efectivas encaminadas a lograr los resultados deseados.
Existen diversas modalidades de Coaching. El Coaching ejecutivo, por ejemplo, está centrado en la acción y trabaja sobre objetivos. El Coaching sistémico se centra en el sistema, mientras que el Coaching ontológico trabaja sobre quiebres y se centra en la persona, el observador que somos, en nuestro SER (en los dominios del cuerpo, emoción y cognición).
Parece lógico pensar que ante una determinada situación, conforme al observador que soy, llevaré a cabo unas determinadas acciones que provocarán unos resultados. Si estos resultados son los esperados, fácil será que vuelva a repetir dichas acciones. Si funciona, repito. Pero pudiera darse el caso de que los resultados obtenidos no son de nuestro agrado y sin embargo siga repitiendo el mismo patrón de acciones. Podría hacerlo de otro modo por supuesto, pero no siempre se sabe. Sobre todo cuando a nivel muy profundo, en nuestro subconsciente, tenemos creencias, pensamientos, juicios o patrones tan sumamente interiorizados que operan de manera inmediata y automática. Es por ello que si deseamos llevar acciones distintas necesitamos dar unos pasitos atrás y poner foco en ese observador, en tomar conciencia de cómo está constituido nuestro SER, cuáles son nuestras limitaciones, recursos, talentos, bloqueos… cuál es su estructura de coherencia. Cualquier cambio en el mismo nos abrirá nuevas posibilidades de ver las cosas de otro modo y desde ahí, llevar a cabo acciones distintas con el fin de conseguir los resultados que deseamos.
Cuando DESEES ser o tener aquello que tanto esperas y ESTÉS dispuesto y comprometido a hacer lo posible para lograrlo.
En ese caso el Coaching te ayuda a descubrirlos. Sacará a la luz tus pasiones, tus sueños y te ayudará a hacerlos conscientes y definirlos correctamente.
Coach y cliente dejan claro desde el principio que el cliente es el responsable de sus propios resultados del Coaching. Por tanto no se debería crear ninguna dependencia. El coach promueve que el cliente trabaje de forma autónoma e independiente y le ayuda a que sea él mismo quién solucione los problemas. En ningún momento el coach dará soluciones. La intención es que el cliente se dé cuenta de que puede hacer muchas más cosas de las que piensa, y además, las haga.
La duración del proceso de Coaching depende del objetivo y del esfuerzo personal invertido por el cliente, no obstante, no se trata de un proceso prolongado en el tiempo. Un cambio que dure requiere una atención constante para construir una nueva forma de ser y hacer.
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